Te hago mi historia, aunque no quiero que reveles mi nombre porque mi odisea puede ser la de cualquier adolescente o joven atleta. Tampoco te digo la disciplina deportiva que practiqué, por la misma razón.
En mis años en el Centro de Entrenamiento fueron muchas las desilusiones que atravesamos, arrogancias y malos tratos de entrenadores que, al estar por encima de nosotros, se creían con el derecho de violar las normas y el reglamento de la escuela.
En mi municipio no se practicaba el deporte que me hizo llegar a ese nivel. A mí me captaron por otra disciplina; sin embargo, por mi biotipo y mi preparación física, rápido fueron otros técnicos y algunos atletas, me llenaron la cabeza de ilusiones y decidí cambiarme. En realidad tenía mis dudas pero,en la medida en que lo fui conociendo, también me atrapó.
Pero lo que se avecinaba no era fácil; sobe todo por un entrenador que al yo entrar me puso el ojo encima. No quería saber de mí. Tiempo después supe que yo era el contrincante de su jugador estrella, un muchacho era muy mimado por él. Yo le hacía sombra. Mientras nosotros quemábamos los hierros en el gimnasio, él chico lo hacía con menos intensidad, les orientaban otros ejercicios o sencillamente lo liberaban de la clase.
Un instructor del equipo femenino habló conmigo y me dijo que me esforzara, que redoblara mis sesiones de entrenamientos, que le demostrara que yo era superior. Confesó saber algo de lo que pasaba, pero que no podía hacer nada porque ese entrenador era poderoso y tenía amistades de muy altos niveles; incluso de la Federación Nacional. Una vez pensé desafiarlo e irnos a los golpes; pero me sujetaron porque eso sería el final de mi carrera.
Mi dispuse cogerlo en serio y no parar hasta el equipo grande. Cuando nos ponían a competir, siempre yo ganaba al chico sobreprotegido y los demás me decían “Tú estás loco. Ganarle a ese es dictar sentencia contra uno mismo. Es mejor dejarloque se crea el mejor. Total, el profe siempre lo premia a él.” Pero yo lo cogí personal. No me daba la gana que él y el profesor se salieran con la suya.
Y créeme: yo me había propuesto vestir el traje de las cuatro letras, el Cuba. Era un compromiso que tenía con mis abuelos, mis padres, mis hermanos, con los socios del barrio. Yo soy guajiro, de un municipio montañoso, alguien que nunca había ido a La Habana, ni mucho menos montar en un avión. Perollegué a ese equipo con un objetivo y para eso me esforzaba a diario.
Teníamos muchos problemas con los implementos de entrenamiento y la alimentación no era la mejor. Imagínate para un deporte que lleva tanto esfuerzohay que estar bien alimentado. Pero nosotros inventábamos: nos íbamos a una presa cercana y allí, escondidos, pescábamos y hacíamos caldosas y comiditas con lo que agarrábamos. Juntábamos dinero y comprábamos algo. A veces cambiábamos alguna camiseta, un par de media, un short u otra cosa por pan, azúcar, galletas o algo para llevar al estómago. Irse a la cama con hambre no es fácil y al otro día, temprano, a entrenar fuerte.
Del estipendio ni te hablo porque te vas a reír y lo poco que podían enviar de la casa era para dar un paseo un fin de semana con la novia, ahorrar alguito para una ropita de moda, recargar el móvil o unos tenis.
Con todo y eso yo estaba convencido de estar entre los tres primeros de Cuba, porque en La Nacional así lo demostraba. Aunque competía por mi provincia también luchaba por ganar y que los resultados se conocieran en mi montecito. En casa de mis padres todavía están las medallas, los diplomas y algún traje deportivo de esos campeonatos.
Pero ese profe no me quería allí. Una vez teníamos una base de entrenamiento en un país europeo y ya yo me veía en el avión; sin embargo, ¿a quién él llevó? Me dijo que había proyecciones serias y diferentes con los dos. A él tratarían de insertarlo en un club de allá para que yo me quedara como el primero en el Cuba. Pero al regresar, la cosa siguió igual; o peor, porque mi contrincante no fue contratado y volví a bajar.
Hubo otra gira por Sudamérica y tampoco me llevó. Mientras, por detrás los muchachos comentaban que era injusto, nadie, ni el capitán del equipo, se atrevió a levantar la voz o reclamar a favor mío. Y el que lo hiciera seguramente que se iba a sumar a mi grupo de apartados. Era algo que todos sabíamos pero nadie denunciaba.
El atleta predilecto del que te hablo era hijo de una familia de buen dinero, donde había, entre padres, tíos, primos y amigotes, una gloria deportiva, funcionarios del Inder y hasta un alto dirigente del gobierno. Cada vez que alguno viajaba fuera de Cuba le traía algunos regalos al profe y también a dos o tres muchachos del equipo.
Una vez fui de pase a la casa y decidí no volver más. El equipo estaba otra vez en entrenamientos en el extranjero y yo otra vez había quedado fuera. Me desilusioné por completo. De la Dirección Municipal de Deportes me llamaron para indagar por qué no me había incorporado.
Tampoco me ponían transporte y debía irme por mis medios. Y ya sabes cómo están los precios del transporte en Cuba. Todo era problemas y trabas. No obstante, la familia me habló, mi novia también me llamó desde la escuela muy preocupada, aunque ella también pasaba por una situación parecida a la mía en su deporte. Bueno, logré ir y reincorporarme.
Al llegar, la represalia creció y hasta me quisieron sancionar, siempre con el entrenador como instigador principal. Acepté toda la crítica. Yo tenía mi pensamiento en la ilusión de que me dejaran ir a los Panamericanos de Santiago de Chile. Estábamos clasificados y yo, aunque no había competido afuera, sabía que me lo había ganado con mis resultados.Por eso, callado, acepté todos los regaños que me hicieron por incorporarme tarde. Le dije a mi abuelo y a mi papá que hasta Santiago 2023 no paraba.
Lo demás debes imaginártelo. Pero no aguanté y dije todo lo que tenía por dentro. Lógicamente les di el pieforzado. En mi evaluación final se soltaron y pusieron cosas que ni yo sabía de mí. Me estaba muriendo deira y vergüenza. ¿Con qué cara mirar a mi familia, a la gente del barrio, a los del Inder municipal que tenían esperanzas en mí?
Mis padres escribieron a la Dirección Nacional. Luego llamaron y desde allá dijeron que yo me había ido voluntariamente y eso era una indisciplina. En casa me acogieron bien. Nadie me preguntó más porque todos sabían la historia. Si sé que mi mamá lloró mucho. Mi papá, lógicamente, ya no hablaba de su hijo el campeón. Hace poco mi abuelo murió y no pude regalarle esa medalla internacional que le prometí. Mi abuela y el resto de la familia me animaron y decidí ponerme a trabajar; pero no quería nada que tuviera que ver con deportes.
Encontré un contrato en una vaquería, luego en una carpintería y más tarde en una Mipyme de la gastronomía. Reuní un dinero, más un poquito que me prestó un primo que vive afuera, y salí de Cuba.Mira de qué manera y en qué situación vine a montar por primera vez en un avión.
Yo nunca quise irme así. No niego que uno sueña con mejorar y salir adelante, ayudar a la familia; pero al menos yo siempre imaginé subir a un podio y escuchar el himno nacional de Cuba. Son cosas de guajiro bruto, de compromisos familiares que uno hace, de principios, o de patriotismo; como quieras verlo.
Al llegar aquí, un compañero de equipo que en una de esas giras desertó, como dicen en Cuba, supo de mí y me buscó rápido. Solo fue llegar y demostrar, más o menos, lo que sé. Eso me abrió las puertas y ya estoy otra vez metido en esto. Me sorprendo con el trato, tengo todos los implementos que necesito para entrenar. Aquí todo es de primera calidad. Incluso, hasta el papeleo para hacerme ciudadano se está acelerando.
Alguien me dijo que tienen proyecciones serias conmigo para los Juegos Olímpicos de París 2024; aunque no creo que todo esté listo a tiempo. De momento, estoy concentrado en superarme a mí mismo. Con el favor de Dios, me siento cómodo, en mi mejor forma deportiva, pero con una espinita en el pecho.
¿Tú te imaginas que yo haga el equipo de este país y vaya a las Olimpiadas? Me va a doler mucho tener que enfrentarme a Cuba. No es fácil tener que usar otro traje, competir bajo otra bandera, hasta cantar unhimno que todavía ni me sé. Alguien me dirá tonto o romántico, pero eso me remueve el alma a cada rato.
¿Si veo a aquel profesor? Nada. No soy rencoroso; a pesar de que echó a perder mi carrera allá en Cuba. Su comportamiento fue bajo, grosero, incorrecto, antideportivo. Sí: ojalá y lea esto para que vea la magnitud de lo que provocó con su maldad.
Disculpa que me extendí un poco, pero esa fue una parte de mi aventura como atleta de alto rendimiento. Lo demás ya no vale la pena mencionarlo.
Quiera Dios que muchos profesores, padres y directivos sepan de mis argumentos. Quizás así eviten que historias como la mía se repitan, porque es realmente doloroso.
¿Tú leíste lo que publicó hace poco Regla Torres, la de voleibol? Eso es solo un pedacito de las cosas que pasan en el deporte en Cuba. Hay muchas injusticias, sociolismo, ‘piñitas’ como se dice, amiguitos de papá, hijitos de socios y gente que sube sin pasar trabajo. Y así le truncan la carrera deportiva a una pila de gente que sí tiene talento y calidad como atletas. Lo viví y sé lo que se sufre.
No soy el primero, como también sé que eso ocurre en otras disciplinas. Solo pido a Dios que yo sea el último. Al menos accedí a relatar mi aventura. Otros callan.
Tiene que haber un cambio, por el bien de todos. Hay que denunciarlo y buscar las vías para que esos penosos casos no se repitan. No digo que sea la causa fundamental, pero eso también contribuye a la decadencia que experimenta el deporte cubano en los últimos tiempos.
Algún día volveré a Cuba y, por qué no, si se puede ayudaré a otros jóvenes atletas con lo que pueda. Daré mis consejos a los muchachos que quieran ser deportistas y que sueñen con vestir el traje de las cuatro letras.
Me gustaría olvidar esta historia; pero hay que contarla con las esperanzas que, de esa manera,otros no la vivan. Quiero soñarlo así.
✍️ El Cope
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