Más allá del tono jocoso de la frase titular, salida del intelecto siempre en guardia, de los cubanos, la misma debería poner un signo de alerta a las autoridades de la nación que observan cómo una significativa parte de la población laboralmente activa y, en gran medida calificada, sale hacia otras naciones.
La mejoría económica, la reunificación familiaro abrir nuevos horizontes profesionales los estimulan a realizar peligrosas travesías por Centroamérica o sencillamente, alzar el vuelo hacia geografías y culturas desconocidas.Existen otros elementos políticos y sociales que los empujan a emigrar.
“Algo tiene que hacer el Gobierno, porque a este ritmo solo quedaremos los viejos para cuidarnos los unos a los otros o hacer el cuento”, dice Guillermo (67), residente en el poblado artemiseño de Candelaria.
Desde Imías, en el extremo este de la orientalprovincia de Guantánamo, Sofía (27) confiesa que su “familia se ha descompletado. No somos los mismos de antes. Faltan muchos primos, tíos y amigos. Todos han cogido diferentes rumbos fuera de Cuba. Dos murieron en el intento.”
En Placetas, al centro del país, conocida como La Villa de los Laureles, hace tiempo esos árboles no brindan los colores deseados para algunas familias. “Estamos divididos”, dice Magalys (36), una ama de casa con tres hijos. “Los que tienen alguien fuera ya marcan la diferencia social. Sobreviven gracias a las remesas y otras ayuditas que les llegan. ¿Y los que no tenemos FE (Familia en el Extranjero) que nos hacemos? Yo, que no tengo parientes allá, ¿cómo hago para dar de comer y vestir a mis hijos, si lo que nos ofrece el Gobierno por la canasta básica no alcanza? Cada día es menos lo que dan. El que quiera y pueda irse que no espere más.”
Arletty (33) es una hermosa Instructora de Arteque llegó un día al aula con pretensiones de conocer los anhelos de sus estudiantes de la Enseñanza Secundaria. Al aplicar la encuesta de ‘Los tres deseos’ los resultados no estuvieron alejados de lo que ella esperada.
“En el grupo son 37 niños y las respuestas fueron variadas; aunque hubo una tendencia que se repitió en un alto por ciento. La gran mayoría manifestó aspiraciones de emigrar: ‘Irme con mi hermano, Reunirme con mis primos en Canadá, Vivir con mi papá en Miami, Terminar noveno para salir de Cuba, Emigrar para cualquier país…’ Ese era el tema esencial.”
“En menor cuantía hubo otras contestacionescomo ‘Tener una piscina, Graduarme como médico, Que mis padres se reconcilien, Que mi abuela nunca muera, Tener bastante ropa y dinero, Terminar mis estudios, Comprarme el celular de mis sueños’; pero el aspecto de marcharse del país se llevó el protagonismo. Yo misma si pudiera me fuera; pero vivo con mi madre enferma y mi hermanito. No tengo otra opción. Mi familia es muy pequeña.”
El tema migratorio está en el diálogo cotidiano de los cubanos. Solo basta aguzar los oídos durante un paseo por cualquier ciudad o poblado para vivir el dolor que causa el desmembramiento de las familias. Muchos se van sin despedirse, evadiendo la escena donde el abrazo se hace tan fuerte que casi suelda los cuerpos bañados por las lágrimas de la madre, la abuela, el padre, el hermano, los amigos, los vecinos. El que conoce a los cubanos sabe de sus sólidas convicciones respecto a la familia.
“Esa salida muchas veces hacia un destino incierto, por senderos peligrosos, con costosas gestiones, es una herida que nunca se cura”, confiesa, entre sollozos, Margarita (52), una madre que vivió los dieciséis días mástormentosos de la vida durante la odisea que tuvieron sus dos hijos hasta llegar a Estados Unidos, con extorciones incluidas.
“Es verdad que uno mejora la vida. Pero, ¿a qué precio? Yo nunca pensé que mis niños se fueran. Total, aquí pasamos mil trabajos, hambre y penurias, pero estábamos unidos. Mi casa, tan grande, ahora sin ellos está vacía. Gracias a los vecinos que me visitan, aunque aquí la están pasando muy mal. Mucho de lo que me mandan yo lo comparto con ellos.”
La fuerza laboralmente activa se reduce con el creciente éxodo de la población. Muchas cubanas en edad fértil sueñan que sus hijos nazcan en otras tierras donde traerlos al mundo no sea una pesada carga de limitaciones materiales y escaseces alimenticias.
La edad de jubilación a tope, una inflación que no permite avizorar el fin, la corrupción y las ilegalidades a la orden del día y la gente que vive de lo que consigue en cada amanecer, deben desvelar a los encargados de armar un país, cual si fuera un tetris multifactorial, pieza a pieza, y con sumo cuidado. Este es un río revuelto que desemboca con aguas no muy claras en el mar de desafíos que deben vencer rutinariamente los más humildes.
Más de un millón de cubanos ha llegado a Estados Unidos, país de destino para ochenta de cada cien antillanos que salen actualmente. De ese centenar, aproximadamente unos nueve marchan hacia España y dos van para Italia.
Son notables las cantidades que han arribado anaciones como Brasil, México, Uruguay, Canadá, Chile, Venezuela y Puerto Rico. Aunque muy bien se puede escuchar un “Asere, ¿qué bolá?” o un “¿Cómo anda la cosa, compay?”, lo mismo en los gélidos días de Groenlandia, en las candentes jornadas de Emiratos Árabes Unidos o en una lejana isla de la Polinesia Francesa.
Mientras, ahora mismo, unos subsisten a ese periplo que los lleva a su sueño emancipador; otros, desde el archipiélago del mar Caribe, mantienen sus aspiraciones de seguir esos senderos; y muchos, por qué no, conservan desde su tierra natal, los sueños de experimentar esa mejoría tan esperada; cuya tardanza se achaca históricamente, desde la isla al “bloqueo estadounidense” y, desde Norteamérica a la “ineptitud del gobierno y la inoperancia del sistema”.
“Algo habrá que hacer”, repetimos la frase esperanzadora de Guillermo. Sin embargo, no hay mañanas cuando es hoy y ahora que muchos piden transformaciones que frenen el éxodo.
Los cubanos siguen esperando “algo”: reformas económicas, aperturas, cambios laborales y estructurales. Les preocupa mucho el resquebrajamiento de las familias, el futuro de sus hijos y que un día el Morro se quede,dolorosa y solitariamente, sin nadie que lo apague.
✍️ El Cope
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